Un hombre le preguntó a un monje: ¿Qué te enseña tu vida de silencio? Y él respondió: Me veo, me veo reflejado en el agua. Cuando el agua está agitada, no se puede ver nada, pero cuando el agua está quieta, entonces el hombre se encuentra a sí mismo. El silencio es un camino humilde pero seguro hacia el amor; Demasiadas veces preferimos cualquier distracción, para no estar en contacto con nosotros mismos, para no escuchar realmente a nuestra alma. Es precisamente dentro de este viaje existencial y espiritual que se encuentra el Monasterio de las Clarisas Ermitañas de Fara en Sabina, que se encuentra en un castillo histórico que data de la Alta Edad Media. Durante muchos siglos, numerosos acontecimientos estuvieron vinculados a la historia de la cercana abadía de Farfa, y la construcción del monasterio visible hoy en día se remonta en parte a esa época, a diferencia de otra zona reconstruida desde cero. Al pasar por la puerta de entrada, inmediatamente tienes la sensación de entrar en un lugar encantado donde parece que el tiempo se ha detenido. La paz y la belleza de la naturaleza circundante están fuertemente ligadas al deseo de crear un espacio en el que prevalezca la caridad fraterna. Estos ideales son apoyados por la comunidad de las Clarisas Ermitañas, que está formada por hermanas de diferentes regiones y naciones, dedicadas a la contemplación de Dios tras las huellas de Clara y Francisco de Asís. Son ellos los que acogen las diversas peticiones y necesidades, centrándose principalmente en las siguientes categorías: movimientos religiosos, grupos turísticos, parroquias, iniciativas, conferencias, familias, excursionistas que desean pasar aquí sus momentos de paz, así como para los peregrinos que se dirigen a Asís, al Valle Santo de Rieti, al Camino de San Francisco o a la Vía Francígena, que necesitan refrescarse durante estos viajes. Chicas jóvenes que quieren entender cuál es el camino para alcanzar su propia felicidad. La iniciativa "Ven y verás" está dirigida precisamente a ellos, ya que proporciona la experiencia de participar directamente en la vida monástica viviendo -durante un período de tiempo que se establece con la abadesa- con la comunidad todos los aspectos; desde la oración, al trabajo, al estudio y a todo lo que es inherente a los momentos de recreo vividos fraternalmente para poder tamizar el terreno de la vida consagrada para comprenderla plenamente. Todo se experimenta siempre, con el máximo respeto y sin ningún tipo de restricción. El objetivo es ayudar a las mujeres jóvenes en el discernimiento; De hecho, muchos pueden encontrar la felicidad en la consagración, pero a menudo nadie se la anuncia. Para los huéspedes está la Foresteria que consta de 45 habitaciones (para un total de 80 camas) cada una con baño privado con ducha, sábanas, toallas y conexión wifi. El Monasterio garantiza cualquier tipo de servicio: desde el alojamiento sencillo hasta la pensión completa. Los niños de hasta dos años entran gratis; De tres a cinco años, se aplica un descuento del 20%. El Monasterio de las Clarisas Ermitañas permanece abierto bajo petición - y dependiendo de la disponibilidad - incluso durante los meses de invierno, los huéspedes pueden participar en la oración comunitaria y la estructura está equipada con: gran aparcamiento interno, grandes espacios al aire libre rodeados de naturaleza, 3 comedores, 4 salas para reuniones - reuniones - pequeños eventos, 2 capillas. Dentro del propio Monasterio, existe la oportunidad de descubrir dos realidades sumamente interesantes que son: el Museo del Silencio: la complejidad de la vida espiritual se relaciona con la extrema simplicidad de la vida material presente en la comunidad monástica a través de un recorrido de testimonios reproducidos visualmente. La configuración es innovadora, pero lo es aún más por la forma en que se presenta al visitante. 17 cuerpos completamente incorruptos: 17 monjas han fallecido; Sus cuerpos están secos y sus rasgos faciales aún se expresan plenamente. Son incorruptos y han permanecido así desde finales de 1700; algunos estudios atestiguan que lo más probable es que sea la primera comunidad monástica de las Clarisas ermitañas que se estableció aquí, a instancias del cardenal Francesco Barberini, en 1673. El acontecimiento de carácter sobrenatural -de hecho, nunca ha habido intervención humana- ha llevado a venerar a las diversas comunidades, que se han sucedido en este lugar a lo largo del tiempo. Aparecen compuestos como un coro en oración, como un grupo de almas en un viaje. Un gran misterio está encerrado en la belleza de estas monjas que aún están vivas pero muertas para el mundo. Entre otras cosas, la comunidad se presta, previa solicitud, para responder a varios encargos de favores, íconos e ideas de regalos destinados a marcar eventos y ocasiones especiales. En relación con esto, hay una pequeña tienda dentro del Monasterio donde se pueden comprar artilugios y especialidades gastronómicas, todas creadas y preparadas directamente por las monjas. Por último, pero no menos importante, no debemos subestimar la ubicación geográfica bastante estratégica que permite a los entusiastas del trekking y el senderismo embarcarse en un itinerario extremadamente fascinante y variado para descubrir una tierra conocida solo por unos pocos: Sabina. Estamos, de hecho, a 40 km de Roma y el mismo número de Rieti, lejos del caos de la ciudad, dentro de un cofre del tesoro verde capaz de preservar su antigua cultura y tradiciones; desde importantes obras de arte hasta testimonios de su gran pasado, pasando por los gustos de la cocina, pasando por el preciado aceite de oliva.